El Cuarto Escalafón: Jennifer
Capítulo VII: Jennifer - El Cuarto Escalafón
Autor: Juan Pablo Rivera M.; D.R. © 2017
Categoría: Novela de Suspenso
En el anterior episodio de El Cuarto Escalafón, Paulino acude a una misteriosa cita en donde… Si aún no lees el Capítulo VI: El Reglamento Ecuménico te invitamos a hacerlo para que no te pierdas detalle alguno de esta apasionante novela de suspenso, en dónde lo más interesante está por venir. Sin más dilación aquí te lo dejamos.
Los alumnos gritando y cantando, lanzaron al aire los birretes y las estolas, después de 5 largos años habían terminado sus estudios universitarios y la ocasión para celebrar, lo ameritaba.
La Facultad de Medicina Molecular, era una de las carreras más costosas que existían; únicamente era impartida por la Universidad Panamericana, no era extraño ver que sólo personas de las altas esferas sociales pudieran cursar ese tipo de enseñanza.
Después de la pomposa ceremonia escolar, el grupo de graduados se dirigió a la Iglesia de la “Divina Verdad” para dar gracias a Dios por concluir su ciclo de formación educativa a nivel licenciatura.
Se sabe que el centro religioso es uno de los más elegantes, que fue construido a finales del año 1723 por misioneros jesuitas, su impetuosa fachada tallada en piedra de cantera pura, semeja las fortalezas imperiales de los antiguos reinos de Inglaterra, son dos altas torres las que cobijan igual número de grandes campanas, mezcla de estaño y cobre, con un badajo del mismo material que le da un sonido suave, exquisito, envolvente.
Los cimientos del templo se alzan a una altura de 1.20 metros sobre el nivel de la calle, al entrar al recinto, los fieles y visitantes, quedan gratamente sorprendidos al ver el piso de mármol y las decoraciones majestuosas de aquellos santos hechos de fina arcilla; las bancas de cedro invitan a sentarse tranquilamente para orar en silencio y expresarle al Omnipotente con total armonía, nuestros agradecimientos, los miedos, nuestras culpas y necesidades.
La recepción se realizó en el salón Flor de Cristal, el más exclusivo de la ciudad, para dar honor a su nombre, los muros de esta estancia para fiestas están construidos con finos vidrios de seguridad y en cada uno de ellos se pueden apreciar hermosos paisajes en esmaltes multicolores.
La explanada principal puede albergar a 800 personas cómodamente sentadas, y la pista de baile mide poco más de 600 metros cuadrados. El Flor de Cristal cumplió en aquella ocasión, con las exigentes expectativas de los invitados
Dentro del grupo de graduados sobresalía por su simpatía, belleza e inteligencia, Jennifer, hija de uno de los matrimonios más ricos e influyentes de Xocomayal, ciudad vecina de Tolteapan, a la que se llega en un máximo de 5 horas por carretera tomando la autopista estatal 56 que atraviesa la región.
Jennifer, de medidas perfectas, 1.70 metros de estatura, de tez blanca, cabellos dorados, ojos verdes, de finos modales y elegantes desplantes, aparte de ser hermosa, gustaba de pasear y disfrutar de los mejores antros de la ciudad con dos de sus amigas, Camila y Silvia, las cuales también tenían las cualidades de ser preciosas, simpáticas y millonarias.
Al trío, continuamente se le podía ver en lujosas discotecas y restaurantes reservados sólo para “gente de dinero”. Como toda niña mimada, Jennifer estaba acostumbrada a manipular a la gente, a dar órdenes y a ser obedecida.
Para terminar con toda una semana de conmemoraciones y festejos postgraduación Jennifer y sus amigas asistieron al “Ladies Chic’s Bar”, uno de los antros más concurridos por la alta sociedad de Xocomayal.
En el lobby del local a mano derecha de la entrada, se encontraba sentado un joven de apariencia extraña, bien vestido que portaba un sombrero tipo panamá, tenía una copa de vino tinto en su mano y fumaba un puro de manufactura cubana (habano).
Su manera elegante de sentarse y de beber llamó poderosamente la atención de las jovencitas, pero lo que más les atrajo, fue la seguridad y la propiedad con que conversaba y a la vez, giraba órdenes a dos de las personas que tenía a su lado, las cuales parecían ser sus guardaespaldas.
A pesar del escándalo que las tres compañeras hicieron al pisar el lobby, aquel joven apenas se limitó a mirarlas dándose con ello, un toque de presencia que lo hizo parecer aún más interesante para las chicas.
Las muchachas abandonaron el lobby para introducirse en la discoteca, pidieron una bebida en la barra y se ubicaron en una mesa, después de darle unos cuantos tragos a su coctel, animadas, se dirigieron a la pista de baile, gritando y moviéndose al ritmo de la música.
Entre bailoteos y copas, se les pasó el tiempo y no pudieron precisar en qué momento el joven misterioso entró a la discoteca y se sentó en la mesa contigua; cuando uno de los guaruras se dirigió hacia ellas para decirles que su jefe les invitaba una copa, rieron divertidas entre sí, y no dudaron en aceptar la oferta.
A las 2 de la madrugada, el ruido ensordecedor continuaba, los excesos del alcohol hacían que las sonrisas se convirtieran en carcajadas, Jennifer, sus amigas y aquellos extraños compartían las mesas, platicaban a señas, parecía que se conocían desde antaño, en términos generales, se la estaban pasando muy bien.
Minutos más tarde, fue el mismo joven simpático que les propuso salir a dar una “vuelta” a la ciudad para poder conversar mejor; ya afuera, sugirió utilizar su auto, rápidamente uno de sus secuaces apareció manejando una limousine Cadillac de año reciente dejando boquiabiertas a las chicas.
Subieron los cuatro en el compartimiento de atrás y el otro guardia tomó el puesto de copiloto; el joven les hizo un preparado con un licor importado y las chicas empezaron a beber; no pasó mucho tiempo para que se quedaran profundamente dormidas sin siquiera intercambiar palabra.
Camila y Silvia despertaron completamente desnudas, tendidas sobre la cama de un motel ubicado a la salida sur de la ciudad, no tardaron mucho tiempo en darse cuenta lo que les había pasado, llorando, se abrazaban fuertemente tratando de consolarse, la vergüenza las invadió y juraron no decir una sola palabra de lo sucedido, querían borrar de su mente aquel bochornoso asunto.
Cuando se repusieron un poco de aquel “shock” salieron de la habitación para posteriormente tomar un taxi rumbo a sus casas; la ansiedad las puso en un estado de alerta constante porque no sabían nada de su amiga Jennifer: «Tal vez ya esté en su domicilio», murmuraban entre sí, tratando de controlarse; pero algo dentro, les decía que lo peor estaba por venir.
Cuando la nota roja salió en los medios de comunicación, anunciando la muerte de Jennifer; la sociedad quedó conmovida, sorprendida por el hecho:
«El cuerpo sin vida de una joven de escasos 24 años es encontrada a las afueras de la ciudad, se cree que murió por una sobredosis de la droga conocida como GHB, cuyo uso es frecuente en los asaltos de tipo sexual».
Los padres de la occisa, utilizando su poder de influencia, lograron que se giraran órdenes para que les fuera entregado de inmediato el cuerpo de la jovencita y sin hacer mucho escándalo; sostuvieron una reunión con altos mandos policiacos con el fin de frenar ipso facto las investigaciones.
A las autoridades, no les quedó más remedio que dar carpetazo al proceso, y a los pocos días, el asunto dejó de estar bajo el escrutinio de la sociedad y de los medios de comunicación; sin embargo, para los poderes fácticos de “La Organización” el caso estaba recién desempacado y todavía quedaban muchas cosas por hacer.
Continuará...
Si estás disfrutando de esta gran novela de suspenso, te invitamos a que regreses para que puedas leer luego el Capítulo VIII de El Cuarto Escalafón. Los hilos de esta historia empiezan a entretejerse entre marañas de hechos emocionantes en donde Paulino será el invitado especial y tú podrías ser testigo de todas sus proezas y aventuras.
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