El Súper Celular
Título: El Súper Celular
Autor: José Manuel Busso; D.R. © 2013-2017
Categoría: Cuentos Para Jóvenes
Esta vez ofrecemos una historia de amor triste, que quizá retrate una problemática muy actual. Este tipo de cuentos para jóvenes, narran sucesos que también son de incumbencia para los adultos, ya que se abordan temas muy apegados a la realidad; que sin duda, nos llevarán a una profunda reflexión.
Caro, después de salir de clase, con gran emoción se dirigió hasta donde se encontraban Paty y Diana. Al acercarse, se dio cuenta que aquellas “niñas ricas” estaban muy entretenidas con sus móviles “última generación” interactuando en el mundo virtual.
El par de jovencitas vivía atrapada en una burbuja, su vida “resuelta” les hacía comportarse de manera petulante hacia la adolescente que se aproximaba; a quien discriminaban por no pertenecer a su clase social.
—Chicas, ¡Qué padres están sus celulares!, ¿Son nuevos verdad? —preguntó Carolina.
—Por supuesto Carito; algo que tú no podrás tener, porque ni vendiendo tamales tu mamá durante todo un año, te lo podría comprar —contestó Diana mofándose sin disimulo—. ¿Verdad Paty?
—¡Así es niña!, pero sabes… no somos tan mala onda; ¡Yo! te voy a permitir que te des cuenta de lo que te estás perdiendo, esto de tener redes sociales está de ¡hiper wow!. Te puedes ligar a chicos, subir fotitos tuyas así bien coquetas, o sea… —expresó Patricia toqueteando su teléfono, al mismo tiempo que aprovechaba para mirar de reojo a la curiosa joven.
—Saben chicas… tienen razón, soy una pobretona y eso me molesta en verdad; pero pues préstame porfis tu cel Paty; ¿sip? y me dices cómo se usa, porque me muero de ganas por conocer todo eso que ha de estar súper. —dijo Caro impaciente.
—¡Okis!, pero te pondremos una condición; que le vuelvas a insistir a tu mami que te compre uno, para que puedas seguir como nuestra “amiguis” —respondió patricia.
—Bueno… ¡Está bien! pero díganme cómo se usa esta cosa.
Diana y Paty, aprovecharon para mostrarle a su “amiga” todas las “maravillas” de las que se estaba perdiendo; logrando que cada vez se entusiasmara más y terminara por convencerse de forzar a su mamá para que le comprara un celular.
Al poco tiempo, las “hijas de papi” se tuvieron que despedir; no sin antes recordarle a Carolina las reglas que debía cumplir, para seguir contando con esa “valiosa amistad”
—¡Ya sabes!... sin cel, olvídate de nosotras y no estamos bromeando eh; —advirtieron las muchachas antes de irse, para luego perderse entre otros estudiantes.
«—¿Y cómo va a comprarme mamá un Smartphone de esos? —Se preguntaba la jovencita mientras se dirigía a su domicilio—. Bueno… voy a ver cómo le hago para convencerla; aprovecharé para verlos en “Karoppel” antes de llegar a casa —pensaba la adolescente mientras bajaba del camión».
Al entrar al establecimiento; una audaz vendedora le habló maravillas de los equipos, le comentó que sólo era cuestión de decidirse por alguno de ellos y que de hecho, podría tener el modelo que quisiera; pues con “abonos chiquitos quincenales”, cuando menos pensara lo terminaría de pagar.
Al escuchar eso la chiquilla, no pudo disimular la emoción. Después se encaminó hacia la salida de la tienda para luego dirigirse hacia donde vivía; no sin antes decirle a la dependienta lo siguiente: «Otro día vuelvo señorita para llevarme uno».
Al entrar en su vivienda, miró a Doña Trini “La Tamalera” que ya la esperaba; así se le conocía a aquella señora en esa colonia popular, la cual ya hacía tiempo era insegura. Carolina era su hija más pequeña, de los cinco que trajera al mundo: tres varones y dos mujeres. Pero a falta de un marido obligado; ella de forma admirable, había asumido toda la responsabilidad para sacarlos adelante.
Los 4 mayores por azares de la vida se establecieron en la “tierra de los dólares”; sin embargo, aún le quedaba por apoyar a su hija chiquita, la consentida, por quien luchaba todos los días para brindarle un mejor porvenir.
No le importaba el sentirse cada vez más cansada, pues por su “pequeña” haría hasta el último esfuerzo, daría su vida si fuera necesario; todo para lograr que su muchacha tuviera más herramientas para poder ser alguien de provecho.
—¡Mami ya vine, qué rico huele!; ¿qué tienes de comer? —preguntó sonriente la recién llegada.
—¡Ayy hija! pues unas albondiguitas entomatadas y frijolitos; te estaba esperando para comer juntas corazón —respondió la amorosa madre.
Ambas mujeres comenzaron adegustar los alimentos y mientras eso sucedía; Caro aprovechó para exponerle a su progenitora el tema del celular. Como pudo, la fue persuadiendo para que aceptara comprárselo y se diera cuenta de lo importante que era contar con uno de esos aparatos; además de las facilidades para adquirirlos en la tienda donde ella ya tenía crédito.
La señora Trini, terminó siendo convencida y una deuda más se cargaría a su espalda; pero antes, le hizo una advertencia a su “pequeña”.
—¡Hija, sólo espero que esa cosa, en vez de ayudarnos no nos traiga complicaciones! —expresó preocupada la señora.
—¡No Mami, no pasará nada malo… ya verás! —aseguró la muchacha sin poder ocultar su felicidad.
A partir de ahí; Caro, Paty y Diana fortalecieron su amistad. Desde aquel instante la unión entre ellas creció, al tener cada una un súper celular; con el que harían su página en la red social más popular del momento. Aprovechaban para mandarse mensajes instantáneos vía móvil; además de crear su perfil colocando sus datos y fotos online.
Las jovencitas estaban a la moda, se saludaban a diario por internet y competían entre ellas a ver quién conseguía más amigos. Caro se dio cuenta que era una “niña hermosa”, así se lo decían sus admiradores en la web, empezó a sentirse deseada por los cibernautas y halagada por tantos comentarios agradables que recibía en su página.
Aprendió a tomarse fotos ella misma; muy sexys y bonitas para compartir con sus contactos; pero había en especial un chico de internet que la hacía soñar, su nick en esa red era “Near4You”, le mandaba mensajes de voz, textos románticos, caritas lindas y todo aquello hacía que la niña Carito a sus 16 años estuviera enamorada.
A todas horas los textos y la comunicación con ese “niño hermoso” como ella le decía no podían dejar de estar presentes. Su cibernovio intentaba convencerla, para que le regalara fotitos muy íntimas sólo para él; se podría decir que de cierta manera complació a quien tanto la hacía suspirar. Varias imágenes con escasa ropa, seguía compartiendo Carolina con él, sin saber que estaba siendo atrapada por lo negativo de la tecnología.
«—¡Ya quiero conocerte mi amor! —dijo la foto del chico de mirada tierna, en el chat.
»—¡Ayy… de verdad niño! —expresó emocionada Caro sintiendo que se le salía el corazón.
»—¡Claro que si chiquita!, nos vemos hoy en la placita que está cerca de la Tienda “Don Pancho” a las 8 de la noche; de ahí vamos a donde tú quieras —le propuso el “galán”.
»—¡Oye, Oye!, ¿cómo es que conoces por mi rumbo?; ya me diste miedito —preguntó la chiquilla con desconcierto.
»—Ja ja, tú misma me dijiste que vives por tal colonia y pues más o menos conozco por esos lugares; ¿aceptas o desprecias mi invitación? —respondió el “anónimo novio” tratando de convencerla.
»—¡Claro que no voy a despreciarte…Mi Amor!; ahí te veré no lo dudes, me esperas por favor. —escribió Caro para luego enviar el mensaje y cerrar la sesión».
Carolina, se arregló para estar muy bonita y por fin conocer a quien amaba tanto; no podía creer que gracias a su celular y al internet, estaba a punto de abrazar al amor de su vida. Luego, salió de casa a escondidas de su madre; dispuesta a disfrutar de una hermosa noche, que presentía sería muy romántica.
Después de caminar con cierto nerviosismo, se acercó hasta la placita que le indicara su novio. Al llegar, por más que intentó ubicar a su enamorado; no encontró a nadie parecido a la foto del perfil. Sacó el celular de su chamarra para mandarle un mensaje; pero algo le hizo comprender que ya no era necesario.
Por la espalda, alguien le colocó de manera disimulada un objeto punzo cortante y le dijo con voz baja y amenazadora.
—¡Aquí estoy amor, quiero que vayamos a donde yo te diga!
Ella obedeció y volteó a ver a “su novio”, al mirarlo quiso gritar; pero el arma atrás de su cuerpo hizo que se arrepintiera.
—¡No eres, no eres… mi novio! —balbuceó algo inquieta—. Tú eres uno, de los del barrio; de esos que se ponen bien locos… yo te he visto —expresó angustiada la jovencita.
—Claro que soy tu novio de internet mamita —repuso el maleante—, nomás que con otro rostro, ¡esta es mi cara real!; ¿acaso no te gusta?; ¿sabes qué quiere decir mi nick? “Near4You”, simplemente significa: ¡Cerca de ti! Así es, siempre estuve muy “cercas” de ti; vigilándote, siguiendo tus pasos hermosa; y qué crees, ahora estaremos mucho más juntos. Camina por favor sin hacer escándalo, que nos espera una grandiosa noche —ordenó el malviviente, al mismo tiempo que la empujaba y esbozaba una sonrisa siniestra.
Los minutos transcurrieron, las horas pasaron y Doña Trini se dio cuenta que su “pequeña” no estaba en su cuarto; le llamó a su celular y no hubo respuesta alguna. La madrugada llegó y después de tanto marcar al teléfono de Carolina, por fin entró la llamada. Sólo se alcanzó a escuchar la voz de un hombre que decía: «No se preocupe, su hija la encontrará en la entrada de su casa», luego ese alguien colgó.
La angustiada madre, salió como loca en busca de su muchacha y al abrir la puerta; allí estaba ella. Tenía varios golpes en el cuerpo y una herida en el cuello que la había dejado sin vida. En la bolsa de su chamarra encontró un papel que decía: «Aquí está su hija, también nos permitimos devolverle su Súper Celular».
De los ojos de la señora brotaron varias lágrimas, se arrodilló ante el cuerpo exánime de Carolina y dejó escapar un grito de dolor desgarrador. Con gran tristeza y desolación murmuró: «Tanto quiere el diablo a sus hijos que les saca los ojos».
Visiblemente abatida, sabiendo que desde ese instante había empezado a morir; alzó los brazos al cielo tratando de encontrar algo de consuelo en Dios y a punto de desvanecerse; de sus labios brotaron las siguientes palabras:
—¿Es tu voluntad Señor?... ¿o yo me equivoqué? —inquirió tristemente—. Sé qué el tiempo no regresará; pero ojalá que quien llegue a conocer esta triste historia de mi niña, le deje una gran reflexión; pues muchas veces los padres de tanto que queremos a nuestros hijos, acabamos haciéndoles daño —terminó diciendo la desgraciada mujer.
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