En el Cine También el «Aigre» Truena
Título: En el Cine También el «Aigre» Truena
Autor: Juan Sainz; D.R. © 2013-2017
Categoría: Cuentos Humorísticos Cortos
Esperando que te diviertan los cuentos humorísticos cortos; en esta ocasión te presentamos las inesperadas aventuras que vive una dama aficionada al cine. Éstas son narradas de manera muy singular por el autor, en una especie de historia graciosa, que si se analiza de manera objetiva; nos puede entregar varias enseñanzas.
Inés, madura señorita, trabajadora de la Oficina Central de Educación y Promoción Cultural, por su siglas: OCEPC, moza pasadita de peso, un poco marchita, de carácter agrio e inhóspito, rebelde, engreída y grosera, caminó en solitario rumbo a la sala de cine no sin antes, dirigirse al lugar donde el numeroso personal despachaba incontables bocadillos, golosinas y refrescos a precios sumamente exorbitantes para el común de los comensales.
—Buenas tardes, ¿en qué podemos servirle? —inquirió una de las ávidas vendedoras.
Con ojos que casi se salían de sus órbitas oculares, Inés recorrió de izquierda a derecha los estridentes y sugerentes letreros que exhibían; según su apreciación, los más puros y exquisitos manjares: «El cuerno de la abundancia» —pensó ansiosa la cuarentona.
Ni tarde ni perezosa ordenó:
—Unos nachos gigantes con extra queso y mucho picante, un “Jatdo” doble bañado en “dip” de cátsup con mostaza, unas palomitas gigantes con mantequilla extra y un refresco tamaño mega —se pasó la lengua por los resplandecientes labios la cinéfila.
Apenas hubo pagado su notable “despensa”, tomó el arnés de cartón reforzado, cargando con todos los antojitos, dispuesta a pasársela bien en aquel estreno mundial tan esperado para ella, se exhibía la tercer película denominada “Luna para Dos Enamorados” de la Saga Romántica “Alborada”.
A duras penas pudo cruzar el pasillo, caminando atropelladamente, gritando: «¡Con permiso!, ¡el golpe avisa!», pidió de favor que le abrieran la pesada hoja de madera laminada y subió la escalera de la sala de exhibición, escogió el asiento D-15 es decir, cuarta fila butaca decimoquinta, en el centro de aquella línea.
Se acomodó en el sillón replegable, puso su bolso bajo sus pies y el arnés de bocadillos en horizontal, haciendo “puente” entre los descansabrazos, esperando impaciente la deseada proyección del séptimo arte; en la sala, no cabía un “alfiler”.
Por fin, se apagaron las luces de cortesía y la gente aplaudió y lanzó un grito de emoción. Como de costumbre, primero salió un nutrido desfile de comerciales entre los que destacaron el “Di no a la Piratería” y el de unos famosos Ositos Blancos que promueven una bebida de Cola altamente calórica.
Cuando empezó el Filme, y aun salían las dedicatorias, el nombre de las productoras y de los actores principales, Inés ya había consumido todas las tortillas tostadas con queso y se disponía a darle cumplimiento al fiambre de doble contenido, abrió gigante la boca y asestó una descomunal mordida, desapareciendo más de un cuarto de aquel rollo de pan con embuchado, la cátsup escurrió por el mentón hasta caer en la blusa de bolitas corrompiendo el color original de la tela.
La película empezó intensa, Freddy besaba apasionadamente a Elida, el amor de su vida, el imposible, el prohibido y por lo mismo el más deseado. Repitió jurando una y otra vez su amor eterno cual consumado “Don Juan” moderno, mientras la fémina no paraba de llorar suplicando que no la abandonase nunca, nunca.
Era tal el efecto emocional de la escena de amor que Inés prácticamente desapareció entre sus fauces la parte restante de aquel embutido forrado en masa de trigo, bañado de mostaza y salsa de tomate.
Después, tomó un largo y sustancioso trago a su bebida, hizo a un lado el porta botanas y se depositó sobre los muslos el tarro gigante de “palomitas” para seguir mitigando el nerviosismo que le provocaba aquel largometraje.
«¿Partirá Fred?, ¿Dejará en soledad a Elida?, ¿Y sus sueños?, ¿El amor, dónde queda?»; se planteaba un sinfín de preguntas “Nechi”, (como le decían sus amigos), sin dejar de comer maíz inflado y bebiendo a garganta abierta el frío líquido de la gaseosa.
Al llegar el “cuadro cúspide” de la historia, sintió un ligero dolor de estómago, casi imperceptible, que irremediablemente comenzó a hacerse cada vez mas repetitivo, creciendo en grado de intensidad, la cómoda silla pareció volverse de palo, Inés se retorció en su sitio intentando calmar el malestar.
Pero en respuesta, su intestino grueso le envió un “airado” mensaje que le sonrojó el rostro. Poco tiempo después, el torrente del sistema digestivo le lanzó un ultimátum o reaccionaba a la emergencia o simplemente, él “no respondía”.
Las “palomas” salieron volando, el refresco quedó regado por la alfombra, Nechi corrió como loca hasta llegar a la zona de confort, logró ubicarse a como pudo y descargar “el flujo” de comida “procesada”.
Después de unos minutos, pensó que se libraría fácilmente de aquella pesada carga, se incorporó lentamente y lavó sus delicadas manos con jabón de fragancia lila. Estaba a punto de cruzar el umbral para acceder al pasillo; cuando escuchó nuevamente el rugido suplicante de sus intestinos, se regresó de inmediato, agitada, casi a punto de estropear lo logrado.
El tiempo, indestructible compañero de los peores y mejores momentos, le pasó de largo en aquella zona “metalica-porcelanizada”. Cuando escuchó que el personal de mantenimiento comenzaba sus labores nocturnas, asustada miró su reloj y se percató que las dos manecillas estaban casi juntas en el punto más alto del círculo numerado, no hizo gestos ni ruidos, se limitó a salir en silencio evitando ser escuchada e interrogada.
Juan, compañero de trabajo de Inés llegó a la taquilla del cine “Diamante” meses después de lo ocurrido, dispuesto a gozar de la película “La Marcha Silenciosa”, le extrañó ver de repente, la identificación oficial y la licencia de manejo de “Nechi”; exhibiéndose tras el cristal de aquella reducida cabina de cobranza y expedición de tickets.
Cuando se encontró al día siguiente con su “colega”, le comentó sobre los documentos.
—¡Aaah si!, hace unos meses, me robaron el bolso antes de entrar al cine; pero ya es demasiado tarde porque tramité nuevamente esos papeles, gracias de todos modos —dijo Inés acelerando el paso y dándole importancia desmedida al “sin contenido” de una carpeta que ondulaba entre sus manos.
Si te gustan los cuentos humorísticos cortos como el que apenas hemos presentado, y deseas leer más historias de risa que te ofrezcan algunos textos para analizar, entonces te invitamos a sumergirte entre las líneas de otros de nuestros relatos; que muy probablemente harán volar tu imaginación.
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