La Abejita, la Cigarra y la Libélula

Fabulas de Animales Cortas - La Abejita, la Cigarra y la Libélula

Título: La Abejita, la Cigarra y la Libélula

Autores: César de León Escobedo y Luis Bustillos; D.R. © 2013-2017

Categoría: Fábulas de Animales Cortas

Para quienes disfrutan leer fábulas de animales cortas, en esta ocasión les traemos la bonita historia que se da entre una abejita y dos peculiares animalitos. Este es un cuento de insectos que nos regalará bellos mensajes a manera de moraleja, los cuales nos podrán ayudar a ser mejores personas. Sin más preámbulos aquí se los presentamos.

Aby era una abejita joven y trabajadora, que disfrutaba mucho realizar las actividades que le encargaba su reina. En esa ocasión, debía recolectar el polen de los hermosos girasoles que se erguían como “poderosos árboles” en la milpa de Don Pepe.

Cuando llegó a ese lugar; se asombró al mirar el gran maizal que estaba ante ella y quedó muy agradecida con su majestad por haberla escogido para tal misión.

Corría el mes de septiembre y aquellas lindas plantas de maíz empezaban a florecer; sus espigas altivas y vigorosas se preparaban para dispersar el polen por toda la milpa, todas con un sueño en común; el de contribuir a perpetuar su especie y la de producir frutos para alimentar a un sinnúmero de seres vivos.

Aby, se había dado cuenta que la encomienda de juntar polen en los girasoles, sería un buen pretexto para ayudar al viento a llevar los “polvos mágicos” por toda la siembra de Don José. Sabía que en nada le afectaba a ella; al contrario, también podría recolectar algunos de esos granos en las espigas de maíz y en otras florecitas de colores alegres; las cuales salpicaban con su belleza a los arbustos que crecían en las orillas de aquel terreno de cultivo.

La Abejita, la Cigarra y la Libélula es una de las fábulas de animales cortas que fueron escritas por César de León Escobedo y Luis Bustillos. Esta es una bella historia que nos regalará bonitos mensajes en forma de moraleja; a la que se le han hecho pequeñas adecuaciones, para su publicación online.

 

Llevaba un par de días trabajando, con afán y sin mostrar señales de cansancio; su juventud y la satisfacción de ayudar a los demás, le servían de aliciente para no rendirse.

En cierta ocasión, mientras se dirigía a recoger agua en un charco formado por la lluvia; le pareció ver a una chicharra que discutía con una libélula, y aunque aquello le causó un poco de curiosidad, decidió seguir con sus actividades habituales.

Pasaron algunos días y regresó a la pequeña charca en busca del vital líquido; pero de nuevo, se dio cuenta que la libélula y la chicharra se encontraban en una acalorada discusión. La abejita, con deseos de averiguar qué sucedía; se acercó con cuidado hasta donde estaban y procurando no ser descubierta escuchó con atención:

—¡Mira Zygui! —decía la libélula alardeando—. No existe alguien que pueda volar como yo, soy como el helicóptero de los humanos; nada me puede alcanzar, me elevo y muevo como nadie en el mundo animal. Que te quede claro: ¡Soy única y no hay quien me pueda igualar!

—¡Bah Libeluleth! —replicó la cigarra— me enfada que seas tan exagerada, es cierto que tu vuelo es impecable y difícil de igualar; pero mi canto también es genial, mis melodías son tan hermosas que no existe en el mundo nada similar. Mi caaantar se escucha a kilómetros de aquí, cuando lo hago todo el mundo es muy feeeliiz —expresó la chicharra aprovechando para darle tonada a sus palabras—. Quiero decirte, que todos saben de mi presencia y aunque tu vuelo es espectacular; sólo los que están cerca de ti lo podrían apreciar —agregó Zygui.

Los dos animalitos llevaban varios días con la controversia y Libeluleth volvió a la carga con nuevos argumentos.

—Para qué te quiero escuchar, si lo que me fascina es volar, andar por donde quiera y ser difícil de atrapar. Tu canto es feo y por eso te van a encontrar, los pájaros fácilmente te pueden atrapar, serás su alimento y nunca volverás a cantar —repuso burlándose la libélula.

Sin darse por vencida Zygui, objetó de nuevo y chirriando con gran enfado alegó:

—Atraigo al amor de mi vida con el cantar, y si lo hago por años nadie me puede parar. Tú con tu espectacular vuelo, a un pájaro no podrás esquivar; mientras que yo con mi canto los hago bailar.

La discrepancia entre la libélula y la chicharra continuó sin descanso; ya era una costumbre que ese tipo de polémicas se dieran entre ambos animalitos y casi siempre traían como consecuencia su distanciamiento. Su terquedad terminaba por nublarles el pensamiento y acababan ofendiéndose e ignorándose por largos periodos de tiempo.

Estaban a punto de romper su relación, cuando se percataron que Aby, les miraba con asombro por todo lo que le había tocado escuchar. Se fijaron que la abejita llevaba polen en sus patas, lo cual les pareció muy gracioso y al instante soltaron algunas risotadas cargadas de burla.

Sin capacidad de razonar claramente y afectados por la cólera que sentían; se dieron cuenta que era una gran oportunidad para descargar la ira que ya les invadía y mirándola con desprecio se dirigieron a ella.

—Nosotros aquí discutiendo en vano, y esa abeja infeliz sí que no tiene ninguna gracia —expresaron con saña—. Qué gran suerte la nuestra y qué felicidad tenemos; somos tan grandes y ella no es nada. Ese pobre animal no sabe ni volar bien, mucho menos cantar bonito; quizás llegó tarde al reparto de talentos que hizo el Creador y para rematar cuando intenta comer, sus patas se llenan de polen, en verdad que desgracia para ella —terminaron diciendo los malévolos insectos sin dejar de mofarse.

La abejita sin perder la calma y de forma ecuánime expuso lo siguiente:

—He escuchado sus alegatos durante toda la mañana, discutiendo sobre quién de las dos es mejor. En lo que a mí respecta, no me considero ni más ni menos que los demás. Por si nunca lo han reflexionado; cada uno de nosotros es dueño de algún talento. Está en uno mismo, analizar con qué nos ha bendecido el Señor; pero tampoco eso debe ser pretexto para creernos superiores y pisotear a nuestros semejantes; además creo que perdería el tiempo, si ante ustedes quisiera recalcar mis cualidades.

—Eres un perdedor —chirrió la cigarra con un aire de desdén hacia Aby.

La libélula que hasta antes contradijera a su amiga; en esa ocasión le dio la razón y aprovechó para aplaudir sus palabras.

—Vaya chicharrita… hasta que en algo coincidimos —dijo Libeluleth mostrándose complacida.

—Si burlarse de mí, es el remedio que tienen ustedes para dejar de pelear… háganlo. Eso no me hace sentir menos, lo que piensen de mí o lo que vayan a decirme, no cambiará en nada lo que soy. Tengo muy claro cuáles son mis capacidades y a nadie se las tengo que demostrar; si con ello son felices… síganle así —concluyó la abejita para luego dar media vuelta decidida a retirarse.

Después de aquello, los testarudos insectos se quedaron mirando el uno al otro; un tanto desconcertados. No sabían cómo proceder, pues estaban acostumbrados a siempre debatir y la discusión con Aby se había tornado diferente.

Luego para sorpresa de todos, apareció Dios que con una voz sabia y celestial les dijo:

«La abeja con el polen que carga en sus patitas pasa vida de una flor a otra, a eso se le llama polinización; con eso, ella se vuelve una pieza importante en el ciclo biológico y se mantiene un equilibrio en la naturaleza y ese don se lo brindé yo; porque sé que es un ser vivo muy inteligente y trabajador, capaz de realizar todas esas tareas.

»Ahora mismo, en esa milpa de Don Pepe; aunque tiene una encomienda por parte de su reina, Aby ha decidido desempeñar otra actividad hermosa; que es la de polinizar todo lo que esté en sus posibilidades, para así generar alimento, vida y felicidad en los seres vivos.

»A cada una de mis creaciones, la doté de capacidades diferentes; que deben usar de la mejor manera haciendo el bien, no para que se comparen o se burlen de sus semejantes. Espero esto les sirva de enseñanza y aprendan a utilizar esos talentos que les entregué y así exista comunión con todos los seres que les toque convivir».

Dicho lo anterior el Supremo desapareció, dejando un poco afligidas a la cigarra y la libélula. Ambas miraron hacia arriba y pidiendo perdón; prometieron desde ese momento usar sus capacidades para hacer el bien.

Aby, que había alcanzado a escuchar las palabras de Dios antes de irse, de nuevo se dirigió a quienes antes le ofendieran para decirles algo.

—Para mí ambas son espectaculares, admiro lo que hacen; así como también, me fascinan todas las cosas y seres que he conocido. Sé que todo está hecho a la medida y es perfecto por algo es su existencia. Ustedes son formidables en lo que hacen y si el Divino opina que con mis patitas puedo hacer un bien en este mundo, todo eso me ayuda y me motiva a cumplir con esa función por la cual estoy aquí en la tierra.

Desde aquel día Libeluleth y Zygui se disculparon con Aby y entre ellas nació una gran amistad, cada quién lleva a cabo la labor que le ha conferido Dios; usando sus talentos de la mejor manera.

Cada vez que la libélula y la cigarra recuerdan sus tontas discusiones, se sonríen y prometen olvidar ese penoso pasado. También aprovechan para agradecerle a la abejita, que haya sido una pieza fundamental para que ellas pudieran reflexionar y ver la vida desde otro ángulo.

Moraleja:

Debemos aceptarnos como somos, no quejarnos; Dios nos ha regalado más de un talento para vivir contentos y compartirle esa felicidad a los demás. Si creemos equivocadamente, que las capacidades que tenemos son para hacer daño, es momento de reflexionar y enmendar el camino. Al buscar en nuestro interior, podremos encontrar bellos dones que nos harán alcanzar la plenitud y cuando menos pensemos, esa alegría que sentimos se la contagiaremos a los seres que nos rodean; pudiendo cumplir así, de manera acertada con la función, para la cual hemos sido destinados en esta vida.

Si te gustan los cuentos de insectos como el que apenas presentamos y deseas leer otras fábulas de animales cortas, entonces te invitamos a disfrutar de otras historias con moralejas; que serán de utilidad para tu vida.

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