Secreto al más allá
Título: Secreto al más allá
Autor: José Manuel Busso; D.R. © 2013-2017
Categoría: Historias de Tesoros
Se dice y varias personas lo aseguran que al noroeste de México, para ser exactos en el estado de Durango como a 35 Km al norte de San Bernardo, existe un cerro que en sus entrañas alberga a una gran cueva que lleva por nombre “Cabeza del Oso”, tal caverna aparte de ser muy grande en su interior se encuentra un enorme tesoro escondido.
Este relato lo llevaba un viejito siempre en el pensamiento, pues era una herencia familiar; el abuelo se lo había contado a los hijos y su padre a él. Tales pláticas de los antepasados siempre estaban en la mente del señor y conforme pasaba el tiempo despertaban más su interés por cerciorarse de la veracidad de esa historia fantastica.
Simplemente la idea de que existiera esa cantidad de dinero oculto por ahí en algún lugar de esos cerros le avivaban las ganas de averiguarlo y por fin se decidió a emprender esa fabulosa aventura.
Se decía que el cerro donde se encontraba esa famosa cueva era fácil de ubicar, pero no así la entrada de ésta. Los mismos relatos de su padre le dejaron en claro que ya otras personas habían intentado encontrar ese tesoro escondido; pero sin tener éxito.
Todo ello, no desanimó al viejito; al contrario le despertó el ánimo y los grandes deseos por encontrar esas riquezas. El señor era un hombre de valor y cuando se decidía a lograr algo no existía poder alguno que lo detuviera, esta vez era el momento de buscar el tesoro del que tanto le habían hablado su padre y abuelo.
Cierto día, cuando aún era muy temprano salió rumbo al monte, los planes los tenía muy claros, estaba dispuesto a no regresar hasta que trajera consigo muchas monedas de oro. Salió convencido de que así sería, para ello tomó todas las precauciones posibles, evitando dar a conocer sus intenciones a otras personas.
El gran amor por el campo era una pasión que heredaría del abuelo; la mayor parte de la vida la había pasado entre los cerros y peñascos, así que esta vez él creía que al ausentarse de su familia todo parecería normal.
Con su burro cargado de víveres emprendió aquella grandiosa aventura, él presentía que después de eso; todo cambiaría para él y los suyos. Los gallos empezaron a cantar, pronto iba amanecer y el aventurado hombre para ese entonces ya había dejado las orillas del pueblo. Valor le sobraba para internarse entre los cerros y tomar los caminos que le llevarían hasta la “Cabeza del Oso”.
Después de unas tres horas de recorrido había llegado hasta donde sería el paraje, ahí persogó el burro para que comiera; acomodó los alimentos entre las ramas de un árbol y se dispuso a llegar hasta donde decían que estaba la famosa cueva que en sus “adentros” tenía un tesoro escondido.
Cuentan que logró localizar el cerro fácilmente; pero como le habían dicho sus antepasados la entrada de la gruta se mostraba difícil de ubicar; así pasaron 3 días y el ánimo seguía aún más fuerte. Luego de haber explorado por varios lugares de aquella serranía logró darse cuenta que una enorme piedra no hacía juego con las demás en esa parte del terreno.
Los años en el campo especialmente en la sierra, le habían dejado grandes enseñanzas y en esta ocasión quizá eso o una corazonada le hicieron pensar que ahí podría estar la entrada de lo que andaba buscando que a decir verdad ya era una obsesión para el anciano.
Era una roca demasiado pesada como para moverla tan sólo con las manos; pero aparte de experiencia tenía mañas, por lo que usó una rudimentaria viga que había sacado de un árbol ayudándose de un hacha. Respiró y se dijo: «Ahora sí, aquí debe estar la entrada» e hizo palanca con todas sus fuerzas. Al hacer lo anterior, la piedra terminó por ceder y comenzó a rodar hacia abajo.
Con gran emoción miró la entrada que tanto había buscado y sin perder tiempo; tomó su morral de ayate dispuesto a internarse en la cueva. La abertura era algo reducida por lo que sería necesario arrastrarse como un reptil para llegar hasta dentro.
Sabía bien que era la gran oportunidad de salir de pobre. Sus sueños de encontrar el tesoro escondido del que se habían narrado tantas historias de fantasía; estaba a punto de hacerse realidad. Sólo debía recorrer toda esa entrada tan estrecha y pronto estaría en el interior; una nueva vida llegaría a él, las carencias y los problemas por fin terminarían.
Con valor pensó: «Voy a entrar hasta donde sea necesario, no vine hasta aquí para irme con las manos vacías». Después de reptar con cuidado auxiliándose con sus manos y de desplazarse por más de dos metros por fin llegó hasta aquel lugar soñado.
Se sintió maravillado al comprobar que las pláticas de sus queridos viejos habían resultado ciertas. Al inicio sólo pudo mirar algunos montones y destellos que no tenían forma, pero al pasar el tiempo y después que su vista se acostumbrara a la oscuridad; se dio cuenta de cuan enorme era esa cueva y de las riquezas que se escondían en ella.
Al trascurrir los minutos se dio cuenta que ahí estaba un inmenso tesoro escondido. De pronto cuando giró la cabeza hacia otra dirección descubrió algo que lo dejaría paralizado. Ahí estaban dos esqueletos recargados sobre varias árguenas deterioradas que dejaban escapar montones de monedas doradas.
Las árguenas eran una especie de costales o “talegas” de “lona” que servían para transportar las cargas en las mulas en los tiempos de la Revolución Mexicana y parecía que habían sido bastantes los “bultos” de dinero llevados hasta ese lugar.
También se percató que había gran cantidad de armamento característico de esa época y que los “vigilantes” a su parecer le querían decir que abandonara el lugar; sin embargo el señor reaccionó de manera valiente expresando lo siguiente: «Serán ustedes los que cuidan este tesoro; pero tendrán que compartirlo conmigo».
Decidido, comenzó a meter aquellas refulgentes monedas en su morral. Luego de eso, se quitó la chamarra y la ató por las mangas formando otro tipo de “talega” más grande. En ella introdujo más puñados del tesoro hasta que consideró que si aguantaría el peso de esa carga calculando poder sacarla por la abertura de la cueva por la cual había entrado.
Cuando ya estuvo en el “mundo real” cargó al burro con las “bolsas de dinero” y lo montó en ancas para después dirigirse a casa. La gente cuenta que cuando llegó el viejito con su familia ya había perdido la razón.
Pasaron los días y el señor enfermó gravemente. Según algunas versiones de los lugareños se había “envenenado” con el gas de las monedas. Otros dicen que la familia usó todo el dinero “bajado del cerro” para curarlo, pero no pudieron evitar que muriera.
Otras personas comentan que les relató toda su aventura a los familiares y amigos cercanos con lujo de detalles. Antes de morir les contó de la grandísima cantidad de monedas de oro que miró en aquel sitio. Lo que aseguran es que nunca les dijo el lugar donde se encuentra la entrada a la “Cabeza del Oso”. Otros platican que se volvió “loco” y su historia la gente la comparte de diversas maneras.
Hay quienes aseguran que después de eso, hubo personas que intentaron averiguar la entrada de la popular cueva sin poder encontrarla. Quizá todavía algunas, la siguen buscando por lo que todo ello se considera como un misterio. Lo que si es real; es que para este señor cambió totalmente su vida y que por decisión propia o tal vez por “su locura” no reveló dónde se encuentra la entrada para llegar a ese tesoro escondido, llevándose así; ese Secreto al más allá.
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Excelentes,narraciones,magnifica imaginacion..sigan asi felicidades!!😀