El Barco Estudiantil
Título: El Barco Estudiantil
Autor: Pablo Aldana; D.R. © 2013-2017
Categoría: Cuento Juvenil Corto
El cuento juvenil corto que a continuación presentamos es la historia de un amor imposible. Se trata de esas vivencias que marcan para siempre de cicatrices al corazón del infortunado, las que no se olvidan, las que carcomen el alma y taladran los sentidos con los recuerdos. Sin más préambulo aquí se las entregamos.
Al terminar la exposición, Fedra preguntó a sus compañeros si tenían alguna duda de lo que consideraba “su magnánima” ponencia, nadie objetó algo, todo había quedado muy claro, entre aplausos, porras y gritos, tomó la palabra el maestro Ricardo Bravo para ensalzar el trabajo de la estudiante poniéndola como ejemplo a seguir delante de los demás educandos.
Con una sonrisa de satisfacción, la Señorita bajó del estrado, henchida, orgullosa, para tomar asiento en la butaca marcada con el número doce, se sabía la mejor del grupo, la consentida, la inalcanzable e inigualable.
Al escuchar el sonido del timbre de salida de la Universidad, Fedra salió a prisa para encontrarse con su novio Daniel Parra en el pasillo de la entrada principal, no le gustaba que fuera por ella al aula así que acordaron que dentro de las instalaciones y durante toda la carrera se verían en aquella zona neutral para ambos.
Daniel, físicamente parecía estar confeccionado con cincel y marro, pero compensaba sus carencias estéticas con una envidiable inteligencia, estudiante de diez, lideraba la especialidad de Electrónica.
Considerado por los mejores maestros como erudito, persona irrepetible, única, incluso se veían rebasados por sus capacidades, ellos mismos afirmaban que cumplía con su estancia universitaria por mero trámite, pues, cualquier programa educativo le quedaba chico.
Meses antes, el joven Parra conoció a Fedra en la biblioteca, atraído por su hermosura nunca pensó que se fijara en él, alguien insignificante, “un nerd” acostumbrado a sufrir de burlas y acosos groseros y constantes de sus compañeros. Sin amigos para contar y en quienes confiar, le pareció extraño y perturbador el acercamiento “incondicional” de la bella muchacha.
Al principio “la doncella”, solo lo consultó haciéndole una serie de preguntas sencillas sobre álgebra pero subsecuentemente, las interrogantes fueron en aumento tanto en complejidad como en número y las respuestas se convirtieron en aciertos.
Con el tiempo Dani se enamoró perdidamente de la chica y la noche del día 31 de octubre en pleno baile de Halloween le declaró su cariño, Fedra lloró y se emocionó tanto con aquel manifiesto puro de amor, que por un momento se creyó de su propia actuación, que dicho sea de paso, hubiera podido nominarse para el Ariel y resultar ganadora con amplio margen sobre cualquier posible contrincante.
Trató de resistirse, fingir que tenía que pensarlo, que le diera unos días a lo cual, Daniel asintió un poco desconsolado pero esperanzado, sabía que recibiría un “si” en poco tiempo.
Al terminar el macabro festejo se despidieron. Ella, le tomó las manos y le acarició el cabello, y el acertadamente, le dio un beso en la frente como símbolo de que la respetaba y que sabría esperar su decisión, fuera cual fuere.
El insomnio hizo presa del joven, la madrugada se le hizo eterna mientras que del lado opuesto, ya se había tomado la decisión de actuar con ventaja. Fedra no podía rechazarlo, tenía que darle el “si”. «El fin justifica los medios», se dijo; pero quería hacerse del rogar un tantito, ya que era muy asediada por jóvenes mil veces más guapos que Dani, además debía aparentar que no era una niña fácil y que anteponía los buenos sentimientos y el amor, por encima de cualquier estado físico de la persona que eligiera como pareja.
En la siguiente semana quedaron de verse en la cafetería del edificio administrativo, ahí con ojos llorosos Fedra le dio el “si” a Daniel, posteriormente lo besó apasionadamente y fijó su postura:
—«La escuela será lo más importante, mientras estemos en las instalaciones sólo nos veremos en ciertos lugares que convenientemente elegiremos para que nadie nos moleste y a la vez, no nos distraiga de nuestro objetivo principal: El estudio» —agregó convincente la joven.
Por respuesta, todo fue asertivo, Dani no mostró resistencia alguna ante aquellas normas, su cuerpo flotaba increíblemente, y su mente navegaba entre arcoíris de color “rojiazul”, aquel acercamiento lo desconectó de la tierra. Para él, ella era su primer amor y desde ya, haría todo lo posible para conservarlo.
No era extraño que el éxito estudiantil de Fedra se debiera al trabajo de un tercero, sin embargo; lo había ocultado tan celosamente que nadie lo notaba. En los semestres que le siguieron al inicio del romance, sus calificaciones tocaron el punto más alto jamás esperado ni por ella ni por sus compañeros. Todas y cada una de sus exposiciones rayaban en la perfección y como colegial gozaba de un prestigio “dorado” dentro de la escuela.
Fueron buenos años, buenos tiempos. Con el paso de los ciclos se volvió difícil seguir ocultando su aventura y fue vista en más de alguna ocasión de la mano de Daniel lo que empezó a levantar sospechas de sus elevadas notas.
Casi al término del último semestre sus compañeros y el propio personal docente, le habían restado importancia a sus “destacados méritos” por el contrario, empezaron a verla como una persona oportunista, falsa, deshonesta, vanidosa y pedante.
En una ocasión y aprovechando la ausencia de dicha aprendiz, el catedrático de “historia y problemas de las redes sociales”, manifestó frente al grupo: «La novia del Estudiante, No es la mujer del Profesionista».
Con el tiempo se corroboró con hechos la atinada frase; apenas horas antes de la ceremonia de graduación, Fedra terminó abruptamente con Daniel rompiéndole el corazón. Habían pasado escasos días, cuando se puso de novia a conveniencia de su familia; con un rico empresario de la localidad para posteriormente formar una bonita familia, y hoy, es de todos conocido que frecuentemente aparece en revistas sociales del Jet Set de la Ciudad.
Se sabe por su parte, que Daniel se sumió en una depresión total que duró muchos años, se hizo presa del alcohol y de las drogas, tatuándose un águila real en la espalda, demostró ser de carácter rebelde y se sumó al movimiento de heavy metal fungiendo como guitarrista para una banda de la región, con los años tocó fondo y se refugió en una Iglesia Cristiana Ortodoxa, donde por fin comprendió que solo fue utilizado por su primer amor como un simple “Barco Estudiantil”.
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