El Clic de Tom
Título: El Clic de Tom
Autor: Pablo Aldana; D.R. © 2013-2017
Categoría: Cuento Imaginario Corto
Este es un cuento imaginario corto que puede estar dirigido para niños y jóvenes; se recomienda ser leído con la ayuda de un adulto. Esta historia para pensar nos hace reflexionar sobre los impactos negativos y daños colaterales que puede tener la tecnología en la humanidad.
Sobre el tapete de vinil, reposa aquel objeto; después de haber trabajado sin descanso alguno, cerca de siete horas continuas. Su labor parece ser muy sencilla, moverse de un lado a otro, obedecer, dar órdenes a distancia, ejecutando a su vez, los deseos y caprichos de su “dueño” en turno. De cariño el curioso aparato ha sido bautizado por uno de sus propietarios con la apócope de Tom.
Confeccionado en forma de escarabajo, Tom cuenta con dos botones principales y uno secundario en forma de rueda central que gira como polea, lo que le permite desarrollar actividades a “velocidad constante”. Su figura ergonómica se adecúa perfectamente a las extremidades superiores de cualquier ser humano facilitándole las tareas.
Su graciosa figura le ha ganado el mote de “ratón”, en este caso particular depende de un cable que sirve a su vez, de viaducto para la entrega y recepción de información entre él y el “señor cerebro”.
Una intensa luz roja sale de su ombligo, representa el órgano del sentido de ubicación, para saber perfectamente cuál es el punto cardinal en el que está, una especie de brújula moderna, la conexión que se desliza entre su cuerpo y “la alfombra” de vinil.
El señor cerebro se siente “amo del mundo”, se sabe indispensable y entiende perfectamente que su utilidad es mucho mayor y que cuenta con una longevidad más extensa que la de “Tom”.
Aun así, prefiere no proferirlo a los cuatro vientos. Las actividades del Señor cerebro se ven reflejadas en un paño de colores brillantes y para realizarlas no sólo requiere de la ayuda y cooperación de Tom sino también de una especie de tabla con un “abecedario” aplanado que se conecta también a sus “entrañas” por medio de un cable.
Para responder a cualquier labor, el señor cerebro necesita del estímulo recurrente de un ligero ruidito provocado por Tom que como onomatopeya o representación lingüística podremos llamarle: “clic” y su “ADN digital” está ligado directamente con el usuario en turno.
Clicar es un buen ejercicio para el nervio óptico que se coordina matemáticamente con el dedo índice; usualmente de la mano derecha del usuario que pone a trabajar al Señor Cerebro.
Una ligera flexión de los falanges hacen que la yema en cuestión presione suavemente sobre el botón izquierdo de Tom lo que provoca un ligero "chasquido" es entonces, cuando el pequeño “roedor” envía información y el “mandamás” ejecuta un comando especifico.
Sus resultados suelen ser diversos, variados e impredecibles... puede provocar destellos de ánimo "del otro lado del paño luminoso": enojo... furia… llanto… risa... vanidad... frustración... sentimientos encontrados... emociones malsanas, etc. puede decirse que los siete pecados capitales navegan en el “entramado mundo” del clic.
El que cliquea constantemente ha probado las mieles y las hieles, rozado el azufre del infierno o tocado las nubes del paraíso, a veces pierde... a veces gana no hay una estadística fiable que confirme o desmienta el sinnúmero de resultados que produce un clic "se vive o se muere... virtualmente, tan sólo por un clic”.
Se han registrado casos apócrifos de usuarios que han desarrollado el síndrome de "cliqueo compulsivo" (Así lo han etiquetado pomposamente los encargados del estudio y discernimiento de la mente humana).
Sin darse cuenta, sin pensar en las consecuencias y llevado por esta enfermedad el afectado realiza cliqueos “compulsivo-repetitivos” de efectos irreversibles para el Señor Cerebro.
La vida social y la salud misma están en riesgo para el paciente que adolece de este terrible mal. Tom, la tabla del abecedario y el Señor cerebro no son en realidad culpables de esta situación enfermiza y contagiosa.
Ellos, representan sólo el medio y el resultado de su encomienda; será o no justificable dependiendo del grado en que el usuario le tome importancia al clic. Se sabe que en unos cuantos minutos se puede construir algo, siempre que ese algo sea tema de conversación.
Se pueden desarrollar explicaciones muy complejas de las cosas más simples que nos rodean pero, siempre el que manda, tiene la última palabra: “ordenar o desordenar”, “crecer o decrecer”.
Los problemas existenciales son frecuentes cuando se presenta el síndrome del cliqueo compulsivo. Pues bien, ahora la pregunta obligada: ¿En qué grado te encuentras tú?
Un día el ombligo de Tom, dejó de orientarlo correctamente y corría como loco hacia cualquier lado, Charlie el chico que más lo estresaba, salió de inmediato y regresó dos horas después cargando paquete y en su interior un moderno ratón etiquetado con el característico “Made in China”.
Ansiosamente rompió el celofán, insertó unas pilas dentro del cuerpo del nuevo “inquilino” y se encendió una luz mucho más brillante y potente que la de Tom. A diferencia suya, el novedoso “roedor” electrónico no pendía de cable alguno pero podía funcionar perfectamente a una distancia mucho mayor y con una precisión envidiable.
El terror se apoderó de Tom, sabía que estaba en desventaja y que tristemente su fin había llegado —¿Obsolescencia Programada?—.
«Tantos años de servicio, tantos clics; ¡Tantas ilusiones sembradas y otras tantas desilusiones vividas!, ¿para nada?»
Fue lo último que Tom alcanzó a reflexionar, violentamente Charlie desconectó el cordón vital que lo ataba al “señor cerebro”, la luz de su ombligo empezó a apagarse lentamente hasta quedar a oscuras. Sus restos fueron depuestos en el cesto de basura y hoy descansan en el Basurero Municipal.
Si te ha gustado este cuento imaginario corto y deseas disfrutar de otras historias de ficción entonces te invitamos a seguir visitando este sitio en el cual encontrarás más escritos de reflexion.
Deja una respuesta