La Puerta Cerrada
Título: La Puerta Cerrada
Autor: José Manuel Busso; D.R. © 2013-2017
Categoría: Cuento Corto Para Reflexionar
La historia que podrán leer a continuación es un cuento corto para reflexionar que nos ayudará a tomar conciencia de ciertas actitudes malas que suele tener el ser humano; ojalá sea de su agrado.
Don Miguel como todas las mañanas cuidaba sus “marranitos” para que comieran con tranquilidad el maíz que les había echado en la canoa. Él prefería estar atento a ellos ya que con su presencia evitaba que algún animal ajeno les ganara su comida.
Desde años atrás, tenía la costumbre de acomodarse en una gran piedra que le servía de asiento. Ésta se encontraba junto a una barda de adobe en las afueras de su corral y servía para que él vigilara pacientemente a su ganado mientras terminaban de comer.
Aquello era un pasatiempo que disfrutaba, pues su “debilidad” ante las carnitas y chicharrones era imposible de ocultar; por lo que todos los años trataba de engordar al menos un par de éstos.
Él sabía que cuando se escuchaban los “chillidos” inconfundibles de sus animales, era el momento de acudir al granero para llevarle algunas mazorcas a su “engorda” y así satisfacerles sus ansias de comer.
Estaba tan entretenido cuidándolos, cuando de pronto miró llegar a alguien; se trataba de Carmelo. Éste se acercó, llevaba con él una carretilla que contenía un costal de ixtle vacío y saludándolo le preguntó:
—¿Compa cómo estás?, ¿Qué dicen las carnitas?
—¡Ahí van compadre, ahí van! —Respondió sonriendo aquel hombre.
—¿Y tú para dónde la llevas? —Preguntó quién cuidaba los cerdos, siguiendo la charla.
Sin pensarlo tanto, el recién llegado aprovechó para exponer el motivo de su presencia expresando lo siguiente:
—¡Verás… aquí con la molestia de pedirte una "nixtamalada”. Ojalá que puedas "alivianarme", pues como sabes a mí me fue mal con la cosecha en esta temporada. Esperamos en Dios en la que viene; si levantar algunos “granos” y con toda seguridad te repondré tus "moloncos”.
Aquel señor que estaba sentado, se incorporó y le dijo:
—¡Pasa compadre, las puertas están abiertas de par en par, ya sabes dónde está la “troja”, lleva las mazorcas que necesites con toda confianza!.
Al escuchar la invitación tal individuo; ni tardo ni perezoso aprovechó para entrar muy contento y se dirigió a donde estaba el maíz, con gran entusiasmo empezó a “despacharse con la cuchara grande”, escogió de lo mejor y tan rápido como pudo llenó casi a rebosar el costal; lo cerró de la “boca” y subió el bulto a la carrucha.
Se retiró del lugar, cerró la puerta de la troje y fue hacia a la salida del corral donde ya lo esperaba su compadre y le dijo:
—¡Que buen maíz tienes Compa!... Ten por seguro que en la siguiente cosecha te devuelvo este favor y ya sabes… “Tienes un potro en la manada”.
Aquel buen hombre optó por quedarse serio y sólo se limitó a ver cómo esa persona se marchaba rumbo a su casa.
Pasaron los meses, llegaron las siembras, también las cosechas; así pasaron 2 años y de Carmelo no se supo nada. Cierto día cuando menos se esperaba tal personaje llegó hasta la casa de quien antes lo había ayudado.
Ahí estaba de nuevo, muy “campante” y quitado de la pena. Con su carrucha y como si fuera de la familia, entró y se dirigió a donde sabía que se guardaba el maíz anunciando lo siguiente:
—¡Compadrito voy a pasar por una nixtamalada!
—¡Está bien… Adelante! —Respondió Don Miguel.
Luego de transcurrir algunos minutos, el “confianzudo” regresó para pedirle e informarle algo al dueño de la casa.
—¡Préstame la llave compa, pues está cerrada…! —Dijo con tal descaro el individuo.
—¿Recuerdas que hace tiempo estaba abierta?, ¡Ahora está la puerta cerrada!, ¡Tú así la dejaste con tus acciones! Y será mejor no entrar en más detalles. —Expuso aquel señor con cierto enfado.
Entonces Carmelo se quedó muy pensativo, bajó la mirada, tomó su carretilla y se fue.
Siempre que pidamos un favor y que nos brinden ese apoyo hay que valorarlo; tratar de corresponder de igual manera o mejor si es posible. Cuando nos tiendan la mano de todo corazón, nos daremos cuenta que habrá una puerta abierta de par en par para que podamos encontrar refugio y auxilio.
Si al pasar el tiempo nos olvidamos de corresponder, de ser agradecidos; no debemos pensar que con eso termina todo. Lo más probable es que llegará el día que volvamos a necesitar de esa ayuda; es ahí cuando recordamos aquella puerta que alguna vez para nosotros estuvo abierta y entonces quizá decidiremos entrar de nuevo a través de ella; pero no nos debe extrañar que con esa mala acción que tuvimos en el pasado; no logremos hacerlo, pues al intentarlo solo encontraremos La Puerta Cerrada.
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